martes, 3 de marzo de 2009

Ítaca


Ahora que emprendo un nuevo viaje, nada mejor que recordar Ítaca (gracias, Antuán...)

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino
si tu pensamiento es elevado, si exquisita
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni los lestrigones ni los cíclopes
ni el feroz Poseidón podrán encontrarte
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.

Pide que el camino sea largo,
que sean muchos los días de verano
en que llegues con placer y alegría,
a puertos nunca antes vistos.

Detente en los mercados de Fenicia,
y compra bellas mercancías:
nácar, coral, ébano y ámbar,
y toda suerte de sensuales perfumes.
Ve muchas ciudades de Egipto
a aprender, a aprender de los sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente:
llegar allí es tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor que dure muchos años,
y atracar, viejo ya, en la pequeña isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino.

No esperes que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ella, no habrías emprendido el camino;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y aunque la encuentres pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

Kavafis

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